MÚSICA Y ARTE

Paco Clavel y su maravillosa historia de amor de treinta años: “Entré en otra dimensión”

Paco Clavel, muy castizo, frente al Mercado de La Cebada, en Madrid.
Paco Clavel cuenta en el vídeo el mejor y el peor momento de su vidaUppers
  • La vida del artista, icono de la movida madrileña, se recoge ahora en un libro firmado por el periodista Carlos H. Vázquez.

  • “Luis fue el gran motor de mi vida” dice. “Era una persona maravillosa en todos los sentidos. Mi vida ha estado muy marcada por él”.

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Por entre el hormiguero humano que transita la estrecha acera del teatro La Latina de Madrid avanza un hombre discreto en estatura y llamativo en apariencia. Inequívocamente es Paco Clavel: esta mañana se ha decantado por americana gris, polo amarillo, incontables pendientes y collares hechos por él (una pegatina circular de “1 €” cuelga de su oreja izquierda), gafas de cristal azulado, flor violeta en la solapa, cinta en la frente que sujeta una mata de pelo de pega… Por no hablar de los tatuajes que decoran su cara. Lo saludo; responde con dulzura, como si creyera que soy otro transeúnte de los que a menudo lo paran por la calle. Enseguida me identifico. “Ah, eres el que me va a hacer la entrevista”, dice.

Paco Clavel en Uppers
Paco Clavel en Uppers
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Un café con leche se pide el polivalente artista a la una de la tarde para acompañar la charla, en el transcurso de la cual confirma, de modo natural, que es exactamente como la gente piensa que es: entrañable, cariñoso, educado, cordial. Nada histriónico, pues no se halla sobre un escenario. Un poco melancólico, tal vez. El motivo del encuentro es la reciente publicación de un libro sobre él, Paco Clavel: vida y milagros (Ed. Milenio), escrito por el periodista Carlos H. Vázquez. “Se cuenta solo una parte de mi vida”, aclara Paquito (76 años), como lo llamaban hace tiempo. “Porque tengo muchas vidas en una. Yo no estaba muy por la labor, no soy mucho de memorias, pero, bueno, se empeñaron…”.

“¿Esto para dónde es?”, consulta antes de empezar. Se lo explico. “Uy, qué interesante”, dice. Casualmente, hace algunos años Paco y yo vivimos a cuatro portales de distancia; jamás cruzamos una palabra, pero fui testigo de sus rutinas de barrio, que efectuaba con sencillez pedestre: comer en el bar de debajo de su casa (el Bar Ronda), comprar el pan… Le pregunto si su vida ha sido tan loca como su look. “No. La gente identifica el look, lo que tengas de glamur, con que eres una cabra loca en cualquier sitio, a cualquier hora y dentro y fuera de tu casa. Soy una persona muy tranquila, y he separado siempre el mundo del artisteo de mi vida privada”.

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Quizá el público supo ver esa rara ambivalencia y, pese a que a principios de los ochenta el país todavía arrastraba algunos fantasmas del pasado, acogió con aprecio a este tipo transgresor, de fisonomía viril y atuendos ambiguos. Padres, madres, abuelas y abuelos sonreían al verlo por televisión. “A pesar de todo, ¿no? [se pone a canturrear: “Te quiero a pesar de todooo”]. Me considero una persona normal y con buen rollo. En eso estoy muy contento porque hasta la fecha cuando la gente me para, me dice cosas bonitas. La gente conmigo es muy cariñosa y ha aceptado mi parte artística en una época en la que se intentaba empezar a romper”.

Puede que en su día fuese el hombre más moderno de España, concepto que a Paco chirría. “Eso de moderno, es como antiguo. La gente decía: ‘Mira este chico, cómo es’. Me consideraban un poco rompedor, sin más. Soy una mezcla de todo: hice canciones de pop, me acerqué mucho a la canción española, que estaba maldita en esos días… Si te gustaban Concha Piquer o Miguel de Molina se te relacionaba con el franquismo”.

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Cantante, performer de cabaret, actor (aparecía en Las cosas del querer, de Jaime Chávarri, de 1989, y un poster con su efigie se mostraba en una escena clave de Tacones lejanos, de Pedro Almódovar, de 1991), pinchadiscos, locutor de radio… Paco Clavel ha hecho muchas cosas, por lo que gusta de definirse como “un trabajador del espectáculo”.

En ninguna de esas facetas ha destacado especialmente y, no obstante, se ha ganado un puesto entre los personajes más populares del país. “Era por su personalidad”, argumenta Vázquez, autor del libro. “Estaba sin estar. Que se lo digan a Carolina de Mónaco, quien echó de menos a Paquito en la comida que se hizo al día siguiente del Baile de la Rosa.

Sus discos no tuvieron grandes cifras de ventas, es cierto, pero ahí quedan para el que los quiera descubrir. Paco Clavel es una persona popular por su personalidad, la cual pasa por su estética cutrelux, y uno acaba echándole de menos cuando no está, porque allá por donde va, siempre deja huella. Doy fe de que es una persona cariñosa y agradable”.

“España estaba empezando a ser moderna —añade— y Paquito simbolizaba de una forma u otra la liberación, tanto artística como sexual. Eso, que a priori podía escandalizar a las abuelas, por ejemplo, resultaba agradable. ¡Bastante vivieron ellas, nuestras abuelas! ¿Por qué no iban a abrazar un nuevo tiempo? A mi abuela materna (Paquita, curiosamente) le hacía mucha gracia ver a Paco Clavel en el programa de cocina Con las manos en la masa con su corbata de pescado mientras cocinaba con Elena Santonja una caballa al horno sobre una cama de patatas panadera”.

De hippy a icono de la movida

Francisco Miñarro López, natural de Iznatoraf (Jaén), recaló en Madrid a finales de los años setenta después de una temporada en Londres. Trabajó como profesor de Inglés en el Liceo Francés de la capital (donde tuvo como alumnos a la futura escritora Lucía Echevarría y al jugador del Real Madrid Isidro Díaz) y conoció al músico Luis del Campo, con quien trabó amistad y se dedicó a viajar haciendo dedo por Europa. De vuelta a Madrid, fundaron el grupo Bob Destiny & Clavel y Jazmín, en el que Paco cantaba y Luis tocaba el piano. Actuaban en pubs y cabarets de toda España. “No era fácil, no era llegar y triunfar, pero no tuve muchas pegas. Lo relacionaban mucho con el rollo del LGTBI ese… A mí nunca me han acorralado en un pueblo. Además, corro bastante bien”, bromea.

Tras un primer disco independiente, CBS los fichó y acortó su nombre a Clavel i Jazmín (con “i” latina entre medias). “Fue idea de la discográfica. Creerían que era un exotismo. Y queda mejor así”, dice. En 1980 publicaron el disco Reina por un día, que compartió coordenadas espaciotemporales con el esplendor de la movida madrileña. Ellos eran post-hippies, como la poblada barba que lucía Paco en esos tiempos proclamaba.

Sin embargo, y gracias al éxito del sencillo “El twist del autobús”, Paco pronto se convirtió en uno de los rostros más populares de la nueva ola del pop español. “En mi vida ha surgido todo o casi todo spontex, o sea, espontáneo”, asegura. “No he buscado el prime time ni el ‘quiero ser famoso’. Ahora cuando me enseñan algún vídeo antiguo pienso: ‘¡Pero qué digo ahí! ¡Vaya modelazo que llevo!’. Pero para bien”.

El caso es que estuvo en la línea de fuego de la movida madrileña, que ahora describe en estos términos: “Era el ir a sitios puntuales, donde conocías a gente… Y le pusieron un nombre. Hubo muchas movidas: la de los barrios, los grupos heavies, el pop-rock… Pero luego lo centralizaron mucho en el rollo de las Costus, Alaska, Almodóvar… La televisión influyó un poco, con La edad de oro, La bola de cristal… Lo viví normal: iba a sitios donde iba mucha gente, Rockola, El Sol… La movida se dio porque salíamos de una dictadura de cuarenta años y casi todo valía. Si tocabas bien la guitarra, no eras de la movida. Era divertido. No esperabas tampoco nada. Yo era una excepción: la gente de la movida era muy pija”.

Hasta que la muerte los separó

La rápida amistad con Luis del Campo (a quien Paco llamaba Luigi), sus viajes juntos por Europa, sus tempranos escarceos musicales… derivaron en una relación sentimental que duró más de treinta años. “Conocer a Luis fue un antes y un después en mi vida”, recuerda.

“Fue quien me lanzó. Era profesor de piano. Por eso el nombre de Clavel i Jazmín: el clavel, exteriormente, es más llamativo, y era yo; el jazmín huele muy bien, pero es más para dentro. Empezamos juntos en la música y eso nos unió mucho. Luis fue el gran motor de mi vida. Era una persona increíble, maravillosa en todos los sentidos. Teníamos una relación muy cotidiana pero maravillosa. Mi vida ha estado muy marcada por Luis”.

Podría decirse que su romance se antoja impropio de estrellas del pop. Fue un vínculo de por vida, un proyecto en común, un amor con compromiso que podría tildarse de tradicional, algo que choca con alguien de la presencia subversiva de Paco. “Fue una cosa también rara”, coincide.

En este rollo hay mucha promiscuidad; hoy estás con una persona y mañana con otra. Fue algo que surgió sin pensar, de forma natural, no hubo que decidir nada. Hoy esas relaciones son difíciles: prima el te veo, te cojo y hasta luego. No he sido una persona ligona. He tenido cosas puntales, pero no demasiadas. No me he metido en fregaos. No tuve una relación hasta conocer a Luis, con quien empecé de una manera espontánea. Era más joven que yo, y muy buena persona. Y no sabes cómo surge el amor de esa manera. Surge y ya está”.

Su relación de pareja fue de las de “hasta que la muerte los separe”. Literalmente. Luis del Campo falleció en enero de 2013, y desde entonces Paco se ha vuelto más taciturno. “Me sigue afectando, fue terrible”, reconoce. “Y cuando desapareció, entré en otra dimensión, en otro mundo. Lo que pasa es que la vida te pega palos. No soy de viva la Virgen y bailar sevillanas. No estoy todo el día con la castañuela puesta. La procesión la llevo por dentro, pero como todo el mundo. La gente tiene muchos sufrimientos”. Tan apenado sigue, que cuando al término de la entrevista le pido que responda una pregunta más (sobre el mejor y el peor momento de su vida) para grabarla en vídeo, relaciona ambos con Luis: cuando lo conoció y cuando falleció.

Por fuera, sigue siendo el mismo: el artista que creó la estética cutreluxe (“Es elevar lo cotidiano al glamur. Una lata de sardinas puede ser un broche bonito, bien puesto. Pero con cuidado, hay que valorarlo y hacerlo bien. No todo vale”) y que más recientemente, como indican manos, frente y barbilla, ha sucumbido a la fiebre de los tatuajes. “Fever… [canturrea] Me parece una cosa divertida. Un elemento más que te pones en el cuerpo. Me quiero poner alguno más”, declara.

Actualmente lo contratan para pinchar; de vez en cuando para actuar. “No es que ahora vaya más discreto —confiesa—, pero me apetece más el rollo de la cotidianidad… Reivindico la falda, no minifalda, aunque tengo muy bonitas las piernas”. En 2021 publicó Las perversiones de Paco Clavel, una antología con más de doscientas canciones clásicas del pop ye-yé, el cine, la televisión y la música latina.

Todavía hay quien lo llama Paquito. “Me da igual, menos Pacazo o don Paco… Mucha gente me para por la calle y me dice: ‘Le he visto por televisión, pero no me acuerdo de su nombre’. Les respondo: ‘Soy el actor Pepe Rubio’. Luego aclaro que soy Paco. Soy una persona muy asequible en ese sentido, nunca he puesto mala cara. Estoy agradecido a la vida, como Violeta Parra, que me ha dado tanto”. ¿Cómo le gustaría que lo recordaran? “Remember when, churú, churúúú… No sé, el proceso natural es que te olviden. Serás un ente que estuvo por ahí. Que me recuerden como una persona buena, aunque sin exagerar”.

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