La trágica historia del papa Pío XII, cuyo cadáver explotó en medio de su funeral
Su pontificado fue uno de los más polémicos del siglo XX por su papel durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
Su historia estuvo marcada por un suceso en concreto: el fallido procedimiento de conservación del cuerpo que usó su médico
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Eugenio Pacelli, conocido como Pío XII, fue el papa número 260 de la Iglesia Católica, sirviendo desde 1939 hasta su muerte en 1958. Su pontificado fue uno de los más polémicos del siglo XX, sobre todo por su papel durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Sin embargo, más allá de los debates teológicos y políticos, hay un trágico episodio que ha marcado su historia: la explosión de su cadáver tras su muerte en medio del funeral.
El pontífice murió el 9 de octubre de 1958 en Castel Gandolfo, la residencia papal de verano. Su fallecimiento, provocado por un fallo cardíaco, fue seguido de inmediato por los preparativos de su funeral. Aquí es donde empieza lo insólito.
Escasas horas antes de perder la vida, y en medio de su agonía, el médico personal de Pío XII, Riccardo Galeazzi-Lisi, escondió una cámara de fotos debajo de su chaqueta y fotografió a Pío XII en su lecho de muerte. Varios medios de comunicación y revistas le habían ofrecido miles de dólares por las instantáneas.
Tras su deceso, en lugar de seguir el método tradicional utilizado por siglos para preservar los cuerpos de los papas Galeazzi-Lisi intentó aplicar una técnica poco convencional. Afirmaba haber perfeccionado un método basado en prácticas de los primeros cristianos y egipcios, llamado ósmosis aromática. Envolvió el cuerpo del papa en múltiples capas de celofán y lo roció con productos químicos y aceites y hierbas aromáticas, todo sin extracción de órganos ni refrigeración, evitando así el embalsamiento.
Este procedimiento acabó en tragedia. A las pocas horas, el cuerpo empezó a descomponerse rápidamente debido a las altas temperaturas del otoño italiano y a la reacción de los químicos. Los gases de la descomposición, al no tener salida, comenzaron a acumularse dentro del cuerpo envuelto herméticamente. El resultado: la piel se volvió verde, una aceleración de la putrefacción y el desmayo de algunos de los guardias de honor encargados de custodiarlo por el olor.
Según trascendió, durante la exposición del cadáver cerca de la basílica de San Pedro, el cuerpo se tornó verdosa, se agrietó, y desprendía un olor insoportable. Algunos testigos afirmaron que en un momento dado, el cadáver se abrió en la zona del tórax por la presión interna de los gases: lo que ha sido popularmente interpretado como una explosión.
Aunque la palabra explosión puede sonar exagerada, lo cierto es que el cuerpo colapsó parcialmente y tuvo que ser retirado antes de enseñarlo a los fieles por la gravedad del estado. Los médicos se vieron obligados a colocarle una máscara de cera sobre el rostro y elevar el féretro de tal manera que no se pudiera apreciar de cerca.
El incidente provocó un escándalo en el Vaticano y la indignación de los seguidores. Como consecuencia de esta catástrofe, Galeazzi-Lisi fue expulsado del Vaticano y suspendido del Colegio Médico de Roma. El Vaticano, tradicionalmente discreto con asuntos internos, no pudo evitar que la historia se filtrara a la prensa.
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