Ana Torroja, en su regreso a dúo con Nicole: “De la época de Mecano no echo nada de menos”

La cantante española y su homóloga chilena han presentado una canción a medias: ‘Desierto florido’, una balada de amor a piano.
“Creo en el amor”, afirma Ana. “Las relaciones no son un camino de rosas, y son enriquecedoras cuando suponen un reto”.
En la pantalla de la videoconferencia, pues vive en México, Ana Torroja, de 65 años, se muestra exultante; su sonrisa no la abandona durante el rato que dura la entrevista. “No cambiaría este momento de mi vida por otro”, dice. “Estoy feliz con cómo soy. Y cada día una se quiere más. ¡Me siento tan bien! Con algunos achaquitos, claro, pero me siento tan bien conmigo misma, que estoy viviendo una de las etapas más plenas”.
Esa satisfacción puede atribuirse a la estabilidad personal que atraviesa (lleva casada veintidós años con Rafael Duque) y el disco que prepara del que nos hablará más adelante. Aunque lo más reciente es su reaparición a modo de dúo, cantando con Nicole el sencillo “Desierto florido”, en una nueva versión del tema que la cantante chilena (48 años) incluyó en su último álbum, Claroscuro, de 2022.
Ana y Nicole se conocieron en 2001, cuando, en Nueva York, las presentó el productor Andrés Levín, quien había trabajado con ambas. Más tarde coincidieron en el programa de televisión The voice, en cuyos tiempos muertos su amistad creció y se reforzó. “Hablábamos de la música y de la vida”, recuerda Ana. “Las conexiones no se planean, suceden. Ella tiene una casa maravillosa en la playa donde me invitó a pasar unos días y allí hicimos buenas migas. Teníamos muchos puntos en común: somos madres, mujeres, nos dedicamos a la música… Son cosas que nos fueron uniendo, aparte de la admiración mutua que nos profesamos. A pesar de la distancia, del no verse, cuando nos volvemos a encontrar es como si no hubiera pasado el tiempo”.
Cabe imaginar la emoción que embarga a Nicole después de que Ana Torroja haya cantado con ella uno de sus temas. “Mi admiración a Ana viene de tanto tiempo atrás… El otro día le mostraba a León, mi hijo, un concierto de Mecano de 1986, y me decía: ‘Qué increíble Ana, cómo se mueve en el escenario’. Ana abrió muchos caminos, y entre ellos el mío. Que esté cantando una canción tan importante para mí, es un honor”. Ana había invitado a Nicole a cantar con ella “Mujer contra mujer” en concierto (“Yo no podía más de la emoción”, dice Nicole) y tras escuchar “Desierto florido”, confió a su amiga: “Qué linda canción”. Y Nicole no vaciló en proponerle cantarla a dúo.
“Desierto florido” es una bonita balada de piano cuya letra habla de volver a intentarlo en el amor con la misma pareja; un sentimiento al que muchos y muchas, pasada cierta edad, después de rupturas y tristezas, renuncian. No ellas. “Creo en el amor”, afirma Ana. “Las relaciones no son un camino de rosas, porque las personas no somos un encefalograma plano. Una relación es enriquecedora cuando no es plana, cuando es un reto. Hay que trabajarla día a día, pero cuando hay amor con mayúsculas, todo lo puede. Debes valorar qué pesa más, y ver si pesa más lo positivo, porque lo negativo siempre va a estar. El amor es lo que sostiene todo. Ojalá hubiera más amor en el mundo”.

La maternidad fue uno de los asuntos que les hizo simpatizar. Ambas son madres; Ana, de una chica de 20 años llamada Jara, de quien nunca ha hablado. En esta ocasión, no tiene problema en revelar algunos detalles. “Tiene talento para la música —dice—, pero no lo pone en práctica. No le gusta estar de cara al público. Está estudiando Business y Finanzas y eso le hace feliz, pero tiene muy buen gusto musical, y cuando cantaba y tocaba (batería, guitarra, piano, bajo), se le daba muy bien y se divertía. Pero la música es una gran compañera de viaje y así la entiende ella”. León, de 16 años, hijo mayor de Nicole, es batería; Celeste, la menor, de 12, estudió piano, aunque lo dejó de lado y se centra más en el deporte.
Veteranas en el mundo de la música —Nicole empezó su carrera con 12 años—, afirman que nunca han sido objeto de presiones por parte de hombres de la industria para vestir de determinada forma o posar de otra. “No, honestamente no”, dice Ana. “Tiene mucho que ver con las distintas sociedades, los tiempos de cada sociedad, porque no todas evolucionan a la vez, y también con cómo una ha sido educada. A mí me educaron en la libertad, en que ser mujer… somos obviamente diferentes a los hombres en muchas cosas, pero no por ello inferiores. El amor por una misma es importantísimo, y esas cosas las he mamado en mi casa y las he llevado a mi carrera profesional. No he hecho nunca nada que no quisiera hacer”.
Para Nicole, quien nos habla desde la Patagonia, lo más difícil fue, en sus inicios, ser niña y mujer en la industria musical de principios de los noventa. “Estuve muy protegida, pero en algunas entrevistas había sutilezas. Me decían: ‘Qué lindo ese sueter. ¿Cantarás la próxima canción sin él?’. Eso a un hombre no se lo dicen. Con algunas preguntas me ponía roja. Hoy en día hay más respeto y aquellas cosas ya no se consideran una broma. Es bueno ver esa transición”, dice la chilena.
Mecano, un fenómeno social
Como todos en España sabemos, Mecano fue mucho más que un grupo musical de éxito: fue un fenómeno social. Cada nuevo disco era recibido con febril alborozo, y sus conciertos, en grandes estadios de fútbol a lo largo y ancho del país, se llenaban hasta dejar enormes masas de gente a las puertas. Cuando Mecano se separó en 1992 (en 1998 hubo una reunión de Ana con los hermanos José María y Nacho Cano que solo duró seis meses), ella comenzó su carrera como solista, cuyo impacto comercial, aun siendo notable, no puede compararse al que obtuvo con la banda española más vendedora de la historia.
Aun así, sostiene que no echa de menos nada de aquellos días de gloria: “No, no, porque viene conmigo en mi maleta. Nunca he dejado muchas de esas canciones, por muchas razones, pero principalmente porque me siguen emocionando. No soy nostálgica. Cada vez uno vive más en el presente, porque es lo único que tenemos. Me gusta contar con lo que tengo hoy y ahora. En México hago conciertos privados, en cumpleaños, para ochenta personas; luego hago auditorios para veinte mil. En España, mi actuación en las fiestas de María Pita, en A Coruña, fue un escándalo. Sigo haciendo conciertos; me da lo mismo cuántos sean. Lo importante es la gente que viene a verte para disfrutar contigo y yo el poder disfrutar con ellos. No echo nada de menos”.
El último disco de Ana Torroja, Mil razones, se publicó en 2021, y sorprendió por lo avanzado de su sonido electrónico, detrás del cual estaban brillantes y jóvenes productores y compositores como Alizzz, colaborador de C. Tangana o Rosalía, entre otros muchos. Resulta llamativo cómo la veterana cantante no ha perdido el ansia de adaptar sus canciones a los tiempos que corren, en lugar de quedarse anclada en el pasado, como hacen otros. Tal vez ese alma joven le ayuda a mantener una excelente relación con la edad.
“A los 50, como que no quería estar ahí”, reconoce. “Pensé: ‘Ya voy más para allá que para acá’. Pero cuando ves que tampoco cambian tantas cosas, sino que se asientan otras, vas quitando lastre y de alguna forma vuelves a la pureza y la esencia de la niñez”. En eso coincide Nicole: “No tengo la misma ansiedad de los 20, pero sí la misma pasión, e incluso más. Voy con más calma, disfrutando cada momento”.
La sonrisa de Ana se amplía cuando desembucha que está preparando un disco, aún sin título: “Estoy trabajando en un nuevo proyecto que empezó sin saber muy bien qué iba a ser y se ha convertido en un disco de diez muy buenas canciones, que he compuesto con varios autores, y estoy en el proceso de grabación, con Andrés Levín como productor principal. Disfrutando mucho”. Un feliz augurio, pues el hecho de que Ana Torroja presente pronto nuevo repertorio siempre es una gran noticia.