"Mi hogar está donde está ella": la historia de Carlos, cuatro años visitando a diario a su mujer en el hospital tras un ictus

Carlos soñaba con disfrutar su jubilación junto a su mujer, pero un ictus lo cambió todo. Hoy pone rostro a la soledad no deseada que viven miles de personas mayores en España
El 44% de los españoles experimenta soledad no deseada indirecta, según un estudio
Carlos Ferrer (69 años) contaba los días para jubilarse. Tras décadas trabajando como alto directivo en empresas multinacionales del sector industrial e inmobiliario, soñaba con disfrutar por fin del tiempo junto a su mujer, Celia. Viajar, pasear, recuperar conversaciones largas sin mirar el reloj… Todo eso que habían pospuesto esperando el momento adecuado. Pero cuando ese momento llegó, la vida dio un giro inesperado: Celia sufrió un ictus y, desde hace cuatro años, está ingresada en la unidad de daño cerebral severo crónico de la Fundación Instituto San José. "Ante esta situación, todo tu mundo se viene abajo, cambian tus planes radicalmente y, de repente, te ves solo", cuenta Carlos.
"Recuerdo cómo mi mujer me decía: '¿Qué vas a hacer cuando te jubiles?' Y yo le respondía: 'Pasar tiempo contigo'". Se acercaba el momento y estaban viviendo "sus mejores años de matrimonio". "Teníamos muchísima complicidad, compartíamos todo y nos entendíamos perfectamente con la vida", pero una noche de viernes todo cambió.
"Recuerdo ese día como si fuera ayer. Estábamos los dos solos en casa y comenzó a decirme que le dolía muchísimo la cabeza. Perdió el conocimiento y llamé al servicio de urgencias. De madrugada la operaron debido a un derrame cerebral muy severo en el lado derecho del cerebro", rememora Carlos durante una entrevista con la web de Informativos Telecinco.
Lo primero es un shock. "Recuerdo que habían pasado unos veinte días desde el ictus, y todavía, cuando iba en el coche a casa, pensaba: 'Esto se lo tengo que comentar a Celia', pero Celia ya no está -o al menos no en la misma forma que antes-". Desde un primer momento le informaron de que no se iba a recuperar y que sería totalmente dependiente.
Respira por traqueotomía, se alimenta por una sonda PEG -que recorre desde la pared abdominal hasta el estómago para facilitar la nutrición-, lleva pañal, ha perdido la capacidad de hablar, aunque sí escucha, por lo que se expresa mediante gestos con la cabeza para indicar "sí" o "no". Ha perdido bastante visión, movilidad y sensibilidad, excepto en las manos, que tras mucho esfuerzo consigue mover algo. "Necesita tantos cuidados que no me la puedo llevar a casa".
Cuando todos tus planes de vida cambian de un día para otro
Todos sus planes de vida se borraron de un día para otro, y llegar a la aceptación no ha sido fácil. "No entiendes por qué te pasa a ti esto, sentía mucha rabia y enfado". Con el tiempo, ese sentimiento se desvaneció y ahora vive el día a día con ella. "He logrado adaptarme a esta nueva realidad. Nuestra relación siempre fue muy estrecha y, aunque ahora es diferente, sigue siéndolo. La echo mucho de menos y lo que quiero es estar con ella".
Todos sus días, desde hace cuatro años, los dedica a acompañar y cuidar de su mujer. Acude a verla todas las mañanas y tardes, granice, nieve, haga 40 grados o sea periodo vacacional, porque, como él dice, "mi hogar es donde está ella". Siempre vigila su saturación en sangre y sus pulsaciones. Y la observa en todo momento porque "con mirarla sé cómo está". Cuando hace buen tiempo, la saca al jardín en una silla de ruedas -que "parece una camilla"- para dar paseos, y le pone sus programas favoritos en la televisión. "Disfruto mucho con su compañía. A veces me basta con estar con ella, aunque esté dormida, le cojo la mano y me pasaría las horas mirándola".
Carlos pasa en el centro "todas las horas que me dejan". "Todavía echo de menos poder ir todas las noches a arroparla, comprobar que sus pies están calentitos -porque es muy friolera- y darle un beso de buenas noches", aunque reconoce que el personal sanitario "tiene mucho trabajo, porque son pacientes que demandan mucha atención", y entiende que los horarios de visita estén acotados.
Una soledad no deseada: la importancia del entorno
Define su situación como "un sufrimiento continuo". Cada día, al volver del hospital, se enfrenta a ver la casa sin ella, a una soledad no deseada. "El armario con toda su ropa solo he podido abrirlo una vez y sus zapatillas siguen colocadas en su lado de la cama", cuenta. Durante todo este tiempo, su estado emocional "es una montaña rusa. Sigo llegando muchos días a casa y me echo a llorar. También, muchas veces me acuesto y sueño que la estoy abrazando".
Carlos también reflexiona sobre "la falta de corazón que hay en la sociedad y el aumento del individualismo y materialismo". En su caso, ha visto cómo "muchas personas desaparecen ante una situación que les desagrada y prefieren mirar a otro lado. Huyen del sufrimiento. Amigos de toda la vida han decidido que prefieren recordarla como era antes y no han venido ni a verla, como si estuviera muerta, como si ni ella ni yo no necesitáramos compañía".
También hay quienes se vuelcan en los peores momentos. La mejor amiga de Celia, por ejemplo, cuida de ella mientras Carlos se ausenta para hacer esta entrevista, algo muy excepcional en él, ya que el horario de visita es sagrado. También ha encontrado una red de apoyo entre su vecindario: "A veces llego del hospital y me encuentro una bolsa con comida colgada del pomo de la puerta que me ha dejado mi vecina en frente". Gestos que le ayudan a sentirse menos solo.
Otro de sus grandes apoyos lo ha encontrado en los familiares de otros pacientes ingresados también en la unidad de daño cerebral severo crónico. Todos comparten una sala comunitaria donde están los pacientes, ya que no hay habitaciones individuales, para facilitar el cuidado por parte del personal sanitario. "Formamos una familia".
Para evadirse, de sus pasatiempos favoritos por las noches, cuando desearía estar con ella, es ver películas e incluso repasar álbumes de fotos antiguas para recordar momentos vividos juntos: "De nuestro viaje de novios, de las vacaciones…".
Una historia que pone rostro a un problema político y social
Su historia es solo un reflejo de una realidad que afecta a millones de personas. En España, se estima que el 20% de la población sufre soledad no deseada. Aunque puede aparecer en cualquier etapa de la vida, afecta especialmente a dos grupos: los jóvenes y las personas mayores de 75 años, en los que dos de cada tres casos se cronifica.
Detrás se acumulan factores como la pérdida de un ser querido, una separación, vivir solo sin haberlo elegido, problemas económicos, discapacidad o salud mental, según el Barómetro de la Soledad No Deseada 2024, presentado por el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada de la Fundación ONCE y Fundación AXA.
Con el objetivo de visibilizar esta problemática, los centros de San Juan de Dios en Madrid han celebrado el segundo encuentro R-Conecta, centrado precisamente en la salud mental y la soledad no deseada que viven muchas personas mayores. Durante el acto, expertos reclamaron medidas urgentes a nivel político y social, y Carlos compartió su historia con la esperanza de que su testimonio sirva para dar voz a quienes atraviesan situaciones similares, y para que se reconozca el valor de centros como este, que ofrecen no solo cuidados, sino también compañía, dignidad y consuelo en los momentos más difíciles.
—¿Dónde encuentras la fuerza para ir cada día?
—La fuerza me la da saber que voy a verla. También que voy a estar con mis compañeros "de fatigas".