El ex ángel custodio del papa Francisco durante dos años, encargado de su seguridad, también ha hablado en las últimas horas y ha contado un buen número de anécdotas de cómo al pontífice, fallecido a los 88 años este pasado lunes, le encantaba escaparse del Vaticano, sin ningún tipo de protección, y cómo tenían que interceptarlo por Roma. Mientras tanto, los cardenales siguen preparándose para el cónclave en el que se elegirá a su sucesor.

Sin duda, eran muchos los lugares donde se le podía encontrar con cierta frecuencia por la capital italiana. El primero de sus rincones favoritos era una heladería llamada Patrón cuyo propietario, al igual que Jorge Mario Bergoglio, es natural de Argentina.

Aquí le conocían bien y Francisco estaba encaprichado de sus helados. "Hacemos el clásico y típico gusto argentino, que es el de dulce de leche. Ese era el caballito de batalla", asegura el propietario.

"Siempre me llamaba para felicitarme"

Al lado de uno de los sitios más emblemáticos y turísticos de Roma, la Piazza del Popolo (Plaza del Pueblo), encontramos una pequeña óptica a la que el sumo pontífice solía acudir para adquirir sus gafas.

Además de realizar dicha compra, allí estableció una estrecha amistad con el dueño, quien afirma que "él entraba en la tienda como Francisco, no como el papa Francisco". "El día de mi cumpleaños siempre me llamaba para felicitarme personalmente", recuerda con cierta emoción.

Francisco se tenía muy pateada la ciudad eterna, sobre todo cuando era el cardenal Bergoglio y tenía mayor libertad de movimientos. Uno de sus establecimientos hosteleros predilectos era un restaurante portugués.

En este local, cercano al Vaticano, siempre pedía comida italiana. "Normalmente, un plato de pasta. Le gustaba mucho la típica romana, la carbonara o la amatriciana. La carbonara era su preferida", apuntan.

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