La tragedia de los ahogamientos sacude Guipúzcoa tras la muerte de un joven: "8 de cada 10 accidentes en el agua acaban en muerte"

15 personas han muerto ahogadas en Guipúzcoa el último lustro, ocho de ellas bañistas
La "peligrosa" playa de La Zurriola vuelve a ser escenario de un rescate y del susto de otros tres bañistas
San SebastiánLa muerte, este mismo domingo, de un joven de 24 años, ahogado mientras se bañaba en la presa de Usako, en la localidad guipuzcoana de Oñati se suma a la trágica lista de una quincena de personas que en los últimos cinco años han fallecido ahogados en esta provincia vasca. Siete de ellos, inmigrantes africanos, que intentaban llegar a Francia cruzando el Bidasoa y los otros ocho, bañistas que encontraron la muerte en playas, pantanos y piscinas.
Todas las víctimas mortales ahogadas en este último lustro en Guipúzcoa eran hombres, un dato que no es casual, ya que como advierte Sebastián Quintana, experto en campañas de concienciación sobre ahogamientos, “siete de cada diez personas que mueren ahogadas en el mundo son, precisamente, hombres”.
La muerte por ahogamiento es rápida y el factor “tiempo” es clave en un rescate, porque “marca la diferencia entre la vida y la muerte” y en la gravedad de las secuelas una vez que “el cerebro se deteriora al llenarse de agua”. Se calcula que un adulto puede tardar unos cuatro minutos, un niño pequeño, de entre 5 y 7 años, alrededor de tres minutos y un bebé de año o año y medio, solo 27 segundos. “Cada año mueren en España entre 40 y 50 menores ahogados”, puntualiza.
"A mí no me va a pasar"
El ahogamiento es la tercera causa de muerte no traumática más frecuente y este experto apunta a que “la imprudencia” está detrás de una gran parte de los casos y diferencia entre: imprudencia por desconocimiento e imprudencia por el “síndrome de la inmortalidad”, es decir, “por pensar aquello de: a mí no me va a pasar”.

Sea como fuere, Quintana anima a ser conscientes de los riesgos para evitar peligros innecesarios, dado que “ocho de cada diez accidentes que se producen en medios acuáticos acaban en muerte”. En Guipúzcoa, la muerte de este joven en Usako ha sido la última, pero la lista de víctimas es larga. Así, el pasado verano, un bañista octogenario murió en la playa de Ondarreta de Donostia, su cuerpo apareció flotando en el mar a finales del mes de julio, en la zona conocida como el Pico del Loro y aunque los socorristas acudieron rápidamente a sacarlo a la orilla e iniciar las maniobras de reanimación cardiopulmonar, nada se pudo hacer por salvarle la vida. Se da la circunstancia de que un día antes, un bombero perdió la vida mientras entrenaba remo en aguas de Getxo (Vizcaya). No fue la última víctima mortal del verano en Euskadi, ya que en agosto un joven de 28 años se ahogó en la cala Tximistarri, también en Donostia.
A las víctimas mortales, se suman los numerosos rescates que cada verano se producen en aguas de la costa. En arenales como La Zurriola son frecuentes los rescates de bañistas que se adentran muchas veces al agua, haciendo caso omiso de la bandera roja que “siempre” suele ondear en esta playa donostiarra. “Para muchos bañistas la bandera roja no es más que un trapo al viento”, denuncia Quintana. Una opinión que refrendan los profesionales que trabajan en las playas y que ponen en riesgo sus propias vidas en rescates, “a pesar de que estamos constantemente avisando” del peligro cuando las condiciones del mar aconsejan evitar el baño.
Bandera roja y corrientes de retorno
No solo los socorristas salvan vidas, que se lo pregunten a los surfistas que en más de una ocasión han tenido que intervenir en un rescate aprovechando que se encontraban cerca de algún bañista en apuros. Es el caso de Ignacio Bedoya, que en el verano de 2023, precisamente en La Zurriola, salvó la vida de una pareja. Aquello le valió a este policía nacional asturiano la Medalla al Mérito de Protección Civil. Entonces Bedoya explicaba a la web de Informativos Telecinco que los dos bañistas se metieron al agua “donde las olas son más pequeñas, pero las corrientes de retorno son más fuertes” y al verles en peligro, no lo dudó. Su rápida intervención les salvó la vida.

Precisamente, Sebastián Quintana apunta a que es “vital” saber identificar las zonas donde están las corrientes de retorno: “Tendemos a bañarnos donde hay menos olas, y justamente donde no hay espuma rompiendo y la lámina de agua está casi lisa es donde están esas corrientes”. Si no logramos evitarla y la corriente nos atrapa, Quintana aboga por “mantener la calma, guardar energía y ser conscientes de que la corriente no mide más de 50 metros de largo por lo que hay que dejarse arrastrar y después nadar a izquierda o derecha para salir y que la corriente te arrastre a la arena”.
Además, este experto pide “estar atentos”, tener “capacidad de observación” para evitar ‘el síndrome del ahogado invisible’, esas ocasiones, en las que una persona se ahoga delante de otras personas sin que nadie se dé cuenta, sobre todo, niños pequeños.
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