Discutir en pareja o por qué da rabia que no 'entre al trapo': "La indiferencia es lo peor"

Beltrán, 60 años, señala que desconoce si su modo de afrontar las discusiones en pareja (dar la razón o irse) puede tener algo que ver con los problemas que vivió en su infancia con sus padres
“Sentir que provocamos indiferencia en quien queremos duele más que despertar su enfado”, refiere Celia Incio, psicóloga sanitaria
Rocío López de la Chica, impulsora de Creada- Separaciones Conscientes, apunta que el asunto no tiene tanto que ver con no discutir, sino con profundizar en la necesidad de base que existe
Dos personas que se unen en una relación amorosa pueden tener cosas en común, pero cada uno viene de un lugar. Será habitual la disparidad de opiniones y los profesionales a los que hemos preguntado nos dicen que no hay nada de malo en ello. ¿Cuáles son las vías posibles?: Afrontar la situación o evitar la discusión. Quizás, tras este artículo, haya muchas personas que cambien de pensamiento.
De hecho, John Gottman, psicólogo reconocido mundialmente en el área de la terapia de pareja por el Método Gottman, desarrolló el ejercicio que considera favorecerá una mejor relación en la pareja. Trata de (primero uno y luego el otro) escuchar activamente a la pareja, luego dar su versión y si en algo no está de acuerdo el primero, hacer los apuntes convenientes.
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Del pie que cada uno cojea
Entonces, de nada puede servir no escuchar de un modo activo ni atender con consciencia. El miedo, además, puede impedir ser o actuar tal como uno es o desea en ciertas conversaciones. Si no, que se lo recuerden a Beltrán, asturiano de 60 años.
Este hombre explica que es una persona a la que siempre le ha costado mucho expresar lo que siente y prefiere rehuir el conflicto. Para él, exponer su parecer con su pareja, cuando es algo contrario a lo que ella opina, puede llevar a una discusión y no se siente cómodo si ocurre.
“No sé si tiene que ver con que mis padres discutían y se peleaban mucho. Mi pareja me dice que discutir no tiene que ver con enfadarse, si no con intentar llegar a algún acuerdo con los pareceres de ambos, pero antes que pasar por ese proceso, prefiero o darle la razón a ella o irme”, apunta él.
Lleva casi 25 años con su pareja y manifiesta que siempre ha sido así. “Nos parecemos bastante y es cierto que solemos pensar lo mismo y somos bastante tranquilos, pero a mi mujer le gusta más eso de sentarse y charlar o no conformarse con algunas ideas y explayarse más que yo. Le desquicia bastante que yo no quiera entrar al debate y como considera ella “le dé la razón como a los locos”, que no es así, pero escojo decirle que sí y listo”, declara.
Para un buen fin
Todo esto lo deja claro el libro ‘Discutir es sano (si sabes cómo)’, (Bruguera, 2024), que da claves para hacerlo de un modo respetuoso. Como dice el autor en su perfil de Instagram: “Discutir no significa crear conflictos nuevos en tus relaciones, sino intentar solventar los conflictos que surgen de forma natural en cualquier interacción humana”.
Celia Incio , psicóloga sanitaria, especialista en psicología clínica y misofonía, expresa que “todas las parejas discuten, y es lo normal”, pese a que admite que primero resulta certero averiguar qué se entiende por discutir. “No es lo mismo discutir para comprenderse, resultando un intercambio emocional desde el respeto, que discutir para imponerse con reproches, gritos o silencios hirientes”, dice.
Cuando las discusiones se abordan desde la calma, la escucha y la voluntad de negociar, pueden resultar una herramienta sana para reajustar la relación. “Saber discutir es una forma de cuidar el vínculo, pero sentir que provocamos indiferencia en quien queremos duele más que despertar su enfado”, recalca. La experta aclara que la frustración y rabia que aparecen cuando uno percibe que su pareja no “entra al trapo” suele tener más que ver con lo que cada uno necesita emocionalmente en ese momento. “Realmente en una discusión se busca sentir que el otro está ahí, implicado, dispuesto a escuchar”, especifica.
En parejas de alrededor de 50 años, donde ya existe una trayectoria compartida, no involucrarse en la discusión -como afirma la experta- puede ser una forma aprendida de evitar el conflicto. Como añade, puede responder al cansancio, a la repetición de discusiones sin resolución o a la sensación de “ya pasará, como otras veces”. “Cuando esto ocurre de forma sostenida, se activa una desconexión emocional que, puede ser muy dañina”, comparte.
¿Te sientes importante para el otro?
Según Incio, el que intenta abrir la conversación puede experimentar una mezcla de emociones: frustración, incomprensión, e incluso sensación de rechazo o abandono emocional. “Tiene que ver, con que, desde un punto de vista psicológico, cuando una emoción no es reconocida, se activa lo que llamamos invalidación emocional (uno siente que lo que está viviendo “no es tenido en consideración”) ”, revela.
Recomienda usar una forma de diálogo más consciente y respetuosa. “Un conflicto en pareja bien gestionado puede ser un lugar seguro donde se reajustan expectativas, se comunican necesidades y se refuerza la relación”, apostilla. Asimismo, la experta ofrece algunas claves saludables para que se optimice el vínculo:
- Poner el foco en lo que se siente, no en lo que el otro hace mal: En vez de decir “eres un egoísta”, se puede decir “me siento poco acompañado/a últimamente”.
- Evitar discutir en caliente: Acordar el momento de hablar ayuda a que ambas partes estén disponibles emocionalmente.
- Escuchar de forma activa: No es solo dejar hablar al otro, sino intentar entender lo que hay debajo de sus palabras.
Explica un concepto importante del que refiere soler ser la “punta del iceberg”: “La ira es una reacción que puede aparecer para proteger algo más vulnerable: tristeza, miedo, decepción, sensación de no ser tenido en cuenta... Es más fácil y nos sentimos más fuertes mostrándonos enfadados que admitiendo que algo nos ha dolido o que nos sentimos solos en el vínculo”.
“Comprender que alguien puede sentir tristeza, sentirse ignorado, tener miedo a no ser suficiente para el otro, resulta fundamental para desarrollar la mentalización, esto es, la capacidad de intuir lo que siente el otro, aunque no lo diga con palabras. Los conflictos se convierten en una oportunidad para reconectar desde la empatía”, sostiene.
Lo grave de una comunicación poco honesta
Rocío López de la Chica, divulgadora y fundadora de Creada-Separaciones Conscientes y autora de ‘La familia enlazada’ (Ediciones Destino, 2025), cuenta que al sentir rabia o frustración cuando en una discusión de pareja esta no se “entra al trapo”, sucede que hay necesidades básicas emocionales no cubiertas, como la de ser comprendida. “Tiene más que ver con por lo que a mí me conecta”, subraya.
Resalta que para la persona puede funcionar como un signo de alarma sobre que necesita algo profundo que no se está dando. “Se trata de ir a la raíz, profundizar en la necesidad de base que se refleja a través de esa rabia y frustración, y actuar en consecuencia”, señala.
Tal y como expone, en ningún caso evitando un conflicto o un problema en la relación de pareja se va a minimizar o desaparecer. Para esta profesional, es mejor no guardarse nada en pareja, valorar cada “piedra” que se meta en el zapato (porque, aunque sea pequeña, molesta) y abordarlo a tiempo.
No hay que huir de las conversaciones incómodas. “A través de ese tipo de charlas se pueden resolver los conflictos, la falta de acuerdo y esos pactos no tienen que ser válidos durante toda la relación, sino que se pueden modificar porque las necesidades, prioridades y deseos también van a ir cambiando y resulta esencial encontrar el encaje entre los dos”, indica.
Revela que la principal dificultad de una falta de comunicación clara, honesta y consciente en la relación es el distanciamiento, porque se deja de conocer a la persona y se hacen interpretaciones erróneas. “Es responsabilidad de cada miembro de la pareja ser justos primero con ellos mismos para serlo también en la relación”, remata.