Por qué nos enfadamos cuando tenemos hambre, según la ciencia

Cuando no has comido durante un tiempo, el nivel de glucosa en la sangre disminuye, interfiriendo con funciones cerebrales como las que nos ayudan a controlar los impulsos.
Al tener sensación de hambre, además, nuestro organismo libera hormonas como como el cortisol (la hormona del estrés) y la adrenalina (la hormona de la lucha o la huida).
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Hay un dicho que dice “a barriga llena, corazón contento” para expresar que, una vez saciado el apetito, uno se siente satisfecho y feliz. Lo contrario aplica cuando tenemos sensación de hambre, ya que nos sentimos más irritables, enfadados y con peor humor. Hay varias causas fisiológicas y psicológicas que nos lleva a esta situación de mal humor, en la que se mezcla el hambre y una degradación del estado de ánimo, dando lugar a un estado que se conoce como hangry en inglés, una mezcla de hungry (hambriento) y angry (enfadado).
Explicación científica de la “ira por hambre”
Para explicar por qué sucede este comportamiento podemos basarnos en la opinión de una experta, concretamente en la nutricionista y divulgadora conocida como @bea_gonfer en redes sociales. Tal y como explica Beatriz, este comportamiento más irascible cuando tenemos el estómago vacío se conoce como “ira por hambre”.
Cuando tenemos hambre, se activa el sistema nervioso simpático, lo que provoca que, si no comemos, nuestro organismo entra en una especie de modo de supervivencia en el que las pequeñas frustraciones se amplifican, lo que explica esa sensación de tener menos aguante y estar más propensos al enfado.
En general, estos momentos de mayor irritabilidad por hambre le pueden suceder a cualquiera, pero las personas que generalmente tienen dificultades para controlar la ira o que tienen problemas para controlar los impulsos pueden ser más propensas a tener mal humor por hambre. Además de este enfado, el hambre trae consigo varias consecuencias negativas, no solo ira. El hambre también podría provocar una de estas reacciones y efectos: fatiga, somnolencia, dificultad para concentrarse, mala coordinación y susceptibilidad a cometer errores.
La solución más evidente para cortar estos momentos de comportamiento irritable por hambre es comer y poner fin al motivo que los causa, pero también hay otra serie de medidas que uno puede llevar a cabo si es propenso a ponerse de mal humor por hambre y, de esta forma, prevenirlo o controlarlo, según explica la gastroenteróloga Christine Lee:
- Comer varias comidas pequeñas a lo largo del día o asegurarse de que el desayuno (la comida más importante del día), el almuerzo y la cena sean satisfactorios y nutritivos.
- Evitar la comida basura, que puede provocar otro bajón de azúcar, después de provocar un subidón de azúcar. Los alimentos ricos en nutrientes y fibra son los mejores y ayudan a sentirse saciado por más tiempo.
- Tener snacks saludables a mano: algunos bocados dentro del bolso, en el coche o escritorio pueden aportar tranquilidad si te preocupa que el hambre aparezca mientras está lejos de casa.
- Hacer ejercicio regularmente.
- Dormir lo suficiente.
- Mantenerse hidratado.
La importancia del nivel de glucosa y las hormonas del hambre
Además de la importancia de comprender cómo procesa nuestra mente la sensación de hambre, hay causas fisiológicas que explican la irritabilidad que genera tener el estómago vacío. Cuando han pasado varias horas sin probar bocado, los niveles de glucosa en sangre comienzan a disminuir considerablemente y eso tiene su repercusión en nuestra actividad cerebral. Esta afectación se da en zonas como la amígdala, una pequeña estructura del cerebro que se encarga de gestionar las emociones y las respuestas fisiológicas que se encuentra en el lóbulo temporal medial y forma parte del sistema límbico, haciendo que seamos más propensos a no controlar cómo nos sentimos y expresar el disgusto por la situación.
El cuerpo, en este estado, comienza a activar ciertos mecanismos de defensa a través de la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, lo que a nivel hormonal es un equivalente de una situación de estrés. Estas hormonas se liberan en el torrente sanguíneo para elevar y reequilibrar el nivel de azúcar en la sangre, pero también este cóctel de hormonas derivado de una situación de hambruna hace que nuestro cuerpo reacciona fisiológicamente de una forma mucho más exagerada de lo normal ante ciertos estímulos, haciendo que tendamos a ser mucho más desagradables en estas respuestas y que dé esa sensación de enfado.
Hay, además, una hormona llamada grelina que muchos llaman la “hormona del hambre”. Esta incrementa sus niveles cuando tenemos el estómago vacío ya que su función principal es estimular el apetito, sirviendo como un mensaje al cerebro para indicarle que deberíamos comer algo, que hay falta de alimento en nuestro organismo. Si bien esta grelina tiene su importancia para generar esa sensación de apetito que concuerde con la falta de alimento, también tiene ciertos efectos secundarios en nuestra forma de actuar, como un mayor nivel de irritabilidad y una respuesta más agresiva ante ciertos estímulos que no nos agradan y cuya percepción se ve magnificada por la sobredosis de la “hormona del hambre”.